28/9/11

recordando a Miles, la gallina de los huevos de oro

Cuando la dama de la guadaña se lo llevó, más de un programador de festivales debió sufrir un colapso al ver desaparecer a una de las gallinas de los huevos de oro más rentables. Miles Davis pertenecía a esa categoría de músicos que llenan recintos año tras año, eso sí, sin repetirse nunca.

Para reniego de los puristas que se la cogen con papel de fumar, Miles se desmarcó del tradicionalismo, para demostrar que el jazz es una cosa viva que se nutre de constantes aportaciones (el funk y los ritmos urbanos en su caso), y creó un sonido que, siendo maliciosos, podríamos decir que sobreviviría perfectamente sin su trompeta.

Producido por el propio Miles durante los conciertos de su última época (del 88 al 90), en ciudades como New York, Roma, Montreux y Osaka, Live Around The World (Warner, 1996) recoge algunas de sus mejores interpretaciones en directo. En la mayoría de los cortes, se acompaña de una de sus mejores formaciones, con el saxo Kenny Garrett, el excéntrico bajista/guitarrista Foley, y el batería Ricky Wellman, procedente de los Soul Searchers del pope Go-Go Chuck Brown.

Fiel retrato de lo que el trompetista ofrecía en vivo, el disco incluye blues à la Miles (New Blues), dignificaciones de pop de derribo (el Time After Time de Cindy Lauper o el Human Nature del bobo Jackson, desfigurado hasta alcanzar la excelencia), y funk irresistible (Intruder, Wrinkle, Full Nelson).

Está muy bien que un artista siga editando discos después de muerto pero, puestos a rescatar grabaciones de Miles, ¿qué me dicen de sus colaboraciones con Prince? Como esta, por ejemplo...